Pueblo Alberdi 5 de mayo de 2012 (9:10 hs)
Me dice Analía, mi amiga, instructora de yoga: “cachorro escriba…: Leas va a ser un buen amo
para vos”, me dio gracia el dicho, sin embargo me recordó a mi viejo
instructor de yoga; Oscar Renta, que me había dicho algo semejante respecto de
un gato que tenía en los 90. Y la verdad que varias veces he sentido que los
animales son también maestros que nos enseñan muchas cosas.
Sin ir más lejos, anoche estábamos viendo televisión con Ely
y nos acordamos de cómo fuimos con algunos de nuestros animales, cuando
estábamos solteros, y nos acordamos de cómo fuimos con Mía y como hemos sido
siempre con nuestros gatos de ahora y pudimos darnos cuenta que con el tiempo
hemos ido aprendiendo a ser mejores dueños. Con el tiempo hemos ido aprendiendo
a ser más humanos con los animales. Y entonces observo la escena que “estamos
viviendo” en este preciso momento y confirmo lo que siento y lo que acabo de
sostener:
Estamos escuchando Opera con el Conde que está muy cómo
sobre su almohadón del living, Renata está también plácidamente recostada en
una silla también en el mismo ambiente, yo estoy sentado en el piso oliendo un
sahumerio de sándalo y escribiendo, y lo veo a Leas que va por acá y por allá,
olisqueando y curioseando todo. Huele los lugares donde se echaba Mía sobre la
alfombra, me dan ganas de que haga como hacía ella y que se eche a mí lado.
Pero Leas está conociendo, está lleno de energía y lo que menos quiere es
echarse. Sigue yendo y viniendo y mirando la gente pasar por la ventana. Es
como un adolescente al que uno no lo puede poner a “meditar”, no le puede
ordenar que se quede quieto. Es un manojo de energía y lo máximo que he logrado
hoy, es que esa energía no se le desborde
como se le desbordó ayer cuando llegó, o como ocurrió esta mañana cuando después
de dormir toda la noche en el lavadero de afuera, lo hice entrar a la casa para
que esté con todos los demás miembros de su familia.
¡Era pura energía que hasta llego a pegarse un salto y
subirse a la cama donde Ely estaba todavía haciéndose una fiaca!
Así como por compromiso
se echó por no más de dos minutos cerca de mí, pero echarse y relajarse es
demasiado para él y termina siendo demasiado para todos los demás integrantes.
Leas “nos agita a todos” y ya se debieron levantar el Conde, y Renata que no se
para dónde se han ido, pero de seguro han pensado: “Con esta tromba acá en el
living no se puede estar tranquilos, nos vamos a otro rincón para estar a solas
y dejarlo a este con nuestro dueño”, y entonces termino reconociendo que Leas
me está enseñando a no quedarme quieto. Tengo
que salir de mi inercia sedentaria, ponerle el collar y sacarlo a que gaste un
poco de esa energía emocional acumulada.
¡Para eso nos está agitando
este “amo” Leas en éste momento!
¡Quiere que lo saque
a pasear y que le haga superar tanto estímulo doméstico y su encierro que ya
lleva 24 hs!
Por su parte en este instante, como si me hubiera adivinado
que ya he tomado la decisión de sacarlo a pasear, se recuesta al fin y se me
queda mirando como esperándome ahora con más paciencia que yo cumpla con mi
promesa. Recién ahora que el perro se ha dado cuenta de seguro que saldremos a
“jugar” un rato, se ha quedado tranquilo y contento.
11:37 hs.
Le puse entonces el collar y salimos a caminar, luego
anduvimos por la plaza. Allí lo dejé libre y se portó muy bien, no se apartó demasiado
de mí y no tuve que correrlo cuando vinieron los perros callejeros. Nos gustó
la salida y recibimos varios piropos de mucha gente, no podía faltar el
comentario de la señora miedosa que nos esquivo y me dijo que lo llevara con
bozal. Finalmente regresamos a casa y luego de saludar enérgicamente a Ely,
como si quisiera mostrar su alegría, bebió mucha agua y por fin se echó en el
living cerca de mí pero no cuerpo a cuerpo como hacía la hembra. Este es macho
y mantiene conmigo una saludable distancia e independencia, más allá de su ya
manifestada lealtad.
Ahora si he comprendido la lección del “amo” Leas: Después de las largas noches de alerta
guardiana solo en el patio de la casa, necesita salir por las mañanas a estirar
las patas, a calmar tanta ansiedad acumulada, a mear cada árbol por el que pasa
y a recrearse un poco antes de volver al encierro de su celda; “nuestro estimulante
hogar- templo, donde suena la Opera” y se huelen aromas orientales.-
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