"La dignidad de la mujer se relaciona íntimamente con el amor que recibe por su femineidad y también con el amor que, a su vez, ella da.
La mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás.
Si la dignidad de la mujer testimonia el amor, que ella recibe para amar a su vez, el paradigma bíblico de la mujer parece desvelar también cuál es el verdadero orden del amor que constituye la vocación de la mjuer misma. Se trata aqui de vocación, podríamos decir -universal- que se concreta y se expresa después en las múltiples vocaciones de la mujer, tanto en la Iglesia como en el mundo.
La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial al hombre, es decir, el ser humano.
La mujer es fuerte por la concienica de esta entrega, es fuerte por el hecho de que Dios le confía el hombre, siempre y en cualquier caso, incluso en las condiciones de discriminación social en la que pueda encontrarse. Esta conciencia y esta vocación fundamental hablan de la mujer de la dignidad que recibe de parte de Dios mismo, y todo ello la hace fuerte y la reafirma en su vocación. De este modo la mujer perfercta (cf Prov. 31, 10) se convierte en apoyo insustituible y en una fuente de fuerza espiritual para los demás, que perciben la gran energía de su espíritu. A estas mujeres perfectas deben mucho sus familias y, a veces también las Naciones."
Extractos de la carta apostólica "Mulieris Dignitatem" de Juan Pablo II
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