Se que en una de mis entradas anteriores expresé que no
quería tirar mas pálidas y que en su lugar me proponía escribir solo sobre
alegrías.
Sin embargo me siento como atrapado en mi casa y no puedo
dejar de escribir y concurrir en su lugar a Casa Club como debería hacerlo.
En este lugar, cuando logro ir, la paso muy bien, tal cual
lo entendimos juntos ayer con mi A.T.
Hace dos semanas atrás me había logrado poner las pilas con
Casa Club y la semana pasada me tomé unos días de vacaciones, tal cual creo
habérselos contado ya en este blog o en el facebook.
Estas vacaciones fuera del tiempo normal de las vacaciones
de invierno me desorganizan por
completo. Máxime cuando estuve tres días con una gripe tremenda y debí hacer
reposo, motivo por el cual para no estar sin hacer nada, volví a escribir y
volví a caer otra vez en el vicio de la tecnomanía.
Esta semana solo he ido al taller de terapia grupal del
lunes a la tarde y al taller de folclore del martes a la mañana. He faltado al
taller de radio, al de teatro y hoy he faltado al taller de plástica. No se qué
pasará esta tarde con natación, pero
tengo ganas de faltar también y quedarme como relamiendo en casa, mis propias
heridas. Debo confesarles que cuando estoy un poco deprimido, siento un cierto
sabor agradable, un sabor extraño, como si se tratara de esa salsa japonesa entre
picante y amarga (wasabi) algo que no gusta del todo, pero que llama la
atención y sirve para realzar las sensaciones. Sin embargo por el otro lado, el
bajón sigue siendo bastante tortuoso, dado que es muy feo sentirse tan
disfuncional y tan discapacitado.
Ayer le escribí una oración al Señor donde le pedí fortaleza
para luchar siempre contra mis debilidades y superar mis limitaciones y para
“levantarme cada vez que me caiga”. Estas dos últimas semanas he tenido una
recaída y mi lógica me indica que debo incorporarme y volver a andar. Mi lógica
me indica que debo dejar de escribir, que debo vestirme apropiadamente e ir
primero que nada al Banco a hacer ese trámite que le prometí esta mañana a Ely.
Después debería ir a comer algo frugal por ahí para llegar, después del
almuerzo comunitario, a Casa Club e informar de mi situación al equipo
terapéutico, con el anhelo de que me entiendan, una vez más, y me permitan ir
con el grupo de pacientes a la pileta, durante la tarde. Si esto ocurriera
debería regresar a mi casa como a eso de las 17 hs. para darme un buen baño,
acicalarme y emperifollarme, para recibir luego a un parroquiano, al que ya le
he dado turno de consulta.
Si lograse hacer todo eso, sentiría, al final del día, que
remonté el bochazo y que finalmente aprobé el día.
Sin embargo: ¿Qué es lo que quiere “mi corazón de wasabi”?
Quiere quedarse adormilado en medio de esta especie de
ensoñación pasiva y embrujadora que me remonta a esas otras épocas en que me
las pasaba días y días y a veces meses, en este estado “cuasi místico” de
euforia espiritual, romántica, nostálgica y por cierto dramática.
Quiero volver al hombre ideático y salirme del hombre
materiático.
Quiero quedarme en el teórico y no en el práctico.
Quiero volver al mundo de las ideas, la fantasía y la
imaginación y no permanecer en el mundo de los hechos y los actos.
Mi corazón de wasabi quiere dormir y soñar, en lugar de
salir a acechar la realidad y por qué no decirlo; la vida.
Mi corazón de wasabi quiere descansar y anhelaría con que
todo se hiciera en automático, sin nada de esfuerzo personal, ni disciplina de
autocontrol, ni plan de avance.
Mi corazón de wasabi desea profundamente, en definitiva, tener
un auténtico éxtasis místico otra vez. Ya que el último fue hace casi un año.
En esos éxtasis el cuerpo se moviliza y crea solo, sin esfuerzo alguno y sin
intervención aparente de nuestra voluntad. En esos éxtasis místicos somos plenos
instrumentos de Dios, somos como su mano y realizamos lo qué Él quiere que
obremos, que por lo general, no son hechos de los temas que les importa a este
mundo, es decir: cosas materiales.
En el éxtasis místico sentimos un amor inconmensurable, una
compasión sin límites por Dios, por el prójimo y por nosotros mismos. Estamos
creativos pero no gestionamos nada, no administramos, no tramitamos, no
ejecutamos, ni construimos, solo contemplamos una bellísima realidad que
prácticamente no hace mas falta que describirla con el alma, la poesía y la
música, principalmente la música del silencio.
Lo sentimos muy presente a Dios dentro nuestro, en donde
esta su templo, y por eso no nos hace falta nada más, porque lo tenemos todo.
Solo debemos experimentar lo que nos está ocurriendo. Solo debemos ver el cielo
que se nos muestra en medio de este mundo terrenal, con fuentes para beber vida
por doquier, con ángeles que nos protegen y guían por todos lados, con santos
que nos enseñan importantes lecciones y ejemplos a seguir. Con nuestra Madre
que nos abraza y nos hace sentir su cariño. Con el Espíritu Santo que nos ayuda
a comprender todo y a hacernos plenamente conscientes de lo que nos ha venido
ocurriendo durante largo tiempo.
Las preocupaciones cotidianas empiezan a desaparecer… poco a
poco nos empieza a invadir una especie de luz que ilumina todo nuestro entorno…
Nos empezamos, como a encantar ante esa luz. Y empieza a
prevalecer el sentimiento de amor. Solo reparamos en las necesidades de los que
amamos, más que en las nuestras propias. Nos vemos a nosotros mismos como
imperfectos, defectuosos, viciosos, pecadores y empezamos a sentir que aún así,
Dios nos ama lo mismo, nos perdona y derrama toda su misericordia sobre nuestro
ser. Empieza a surgir un gran deseo de
irnos a solas con Él… de irnos de retiro espiritual al lado de un arroyo y bajo
la sombra de algún frondoso árbol… Queremos experimentar el éxtasis de sentir
su presencia dentro nuestro.
Sentimos una sirena en la calle y pensamos, en sentido
figurado, que es como si la ambulancia viniera por nosotros porque hemos
perdido el eje, porque hemos perdido el hilo que nos mantiene atados a nuestro
mundo terrenal, a nuestra vida cotidiana. Es como una especie de estado
espiritual de inconsciencia y al mismo tiempo de extrema atención de la
realidad.
Es como si de repente nos empezáramos a desconectar del
mundo exterior, para conectarnos profundamente con nuestro interior.
Empezamos a levantar la mirada y advertimos el sol,
percibimos el viento, contemplamos a nuestros animales plácidamente echados en
el sillón del living. Llegamos a creer que ellos también están entrando en
éxtasis.
Aparece el deseo de servir al prójimo, pero solo en lo
indispensable, como para servirlo también a Dios, que hoy tiene gusto de
reencontrarse con uno, después de un largo año de oraciones solo formales y
poco sentidas.
Me doy cuenta, mas allá de mi estado, que si no deposito el
dinero que necesita mi esposa para hacer su pago en este día del vencimiento de
sus cedulones, le crearé contrariedad y preocupación y no quiero esto para
ella, ni para mi. No quiero desamor hoy, solo quiero amor. Entonces mi cuerpo
empieza a desear ponerse presto a su servicio, al servicio de mi esposa, al
servicio del hogar y solo para cumplir con lo mínimo indispensable que hoy nos
requiere el mundo material y porque Dios nos ha hecho, no solo de espíritu,
sino también cuerpo, como Él mismo lo es, Dios y Hombre.
Son las 12 pm y en este estado contemplativo en el que he
entrado, me voy al shopping a realizar el depósito. Después haré lo siguiente:
1)
Iré al banco del shopping
2)
Prepararé una rica comidita
3)
Continuaré mi retiro espiritual, mi
contemplación y mi escrito hasta que el éxtasis haya pasado y la paz me haya
inundado.
4)
Espero que cuando Ely venga me entienda y no se
ofusque. (Ayúdame Señor para que esto ocurra) Quisiera estar en paz con ella
también y no solo Contigo.
5)
Después me daré un rico baño de inmersión y me
prepararé para recibir a mi parroquiano.
6)
Esta noche haré mi examen de consciencia y
mañana seguiré de retiro espiritual.
7)
El fin de semana me prepararé psicológicamente
para retomar mis andar cotidiano a partir de la semana que viene.
8)
Hoy y mañana disfrutaré de tu Compañía.
Ya fui al Banco. A mi regreso compré un poco de mercadería
en el almacén y me he puesto a cocinar
macarrones al gratín. Me he quedado descalzo y me he puesto en cuero. Voy a
buscar algo de música para el alma. Pongo el c.d. de las monjitas de Belén y mi
alma empieza a regocijarse otra vez.
La experiencia mística suele ser inefable, pero a mi me da
la sensación que puedo transmitirla someramente.
La mente debe estar en blanco. No se debe pensar y si
podemos escribir y conversar, es porque la mente puede hacer estas operaciones en
automático, sin necesidad de pensar o estando ella muy silenciosa y calmada.
Vienen imágenes como la que vivencie hace solo un rato
cuando estuve jugando con Leas a la pelota y me dio un gusto inmenso verlo tan
feliz, o cuando ya calmado, se me acercó y me extendió su mano.
Quiero oler un rico aroma… Enciendo un sahumerio de sándalo
y ya que estoy traigo la imagen del Sagrado Corazón, la pongo sobre la mesa y
le enciendo una vela. El ritual se va realizando y mientras tanto siento paz,
amor, y ganas de hacer la comida. Ya no estoy adormilado, estoy muy pero muy
despierto. Lo veo a Leas y advierto que se ha quedado echado otra vez, ahora en
el suelo frío como si la ambientación que he creado con todo ese espíritu creativo
del que les hablaba antes, le encantara.
¡Me empieza a recordar a Mía y cuánto le gustaban estas
ambientaciones y aromas!
Me doy cuenta que son animales prodigiosos. Los dos gatos
que están durmiendo en nuestra cama y este perro, al igual de cómo lo fue Mía y
al igual de cómo lo han sido muchos animales para ciertos santos, como por
ejemplo el perro que alimentó a San Roque cuando este se excilio en el bosque.
Me doy cuenta que estos animales son bendiciones del Creador para nosotros,
para que nos acompañen y hasta para que nos adiestren, como lo diría mi amiga
del facebook: “Conciencia Yôga” para quién Leas es mi amo y yo su cachorro.
Hacía mucho que no experimentaba “esto”. La cosa como le
llamé en uno de mis escritos. El hecho de la presencia divina en mi propia
casa.
Y me dio curiosidad de saber qué Santo se festeja hoy y,
como lo esperaba, me sorprendí, cuando supe que es el día de Juan Crisóstomo.
Cabe transcribir un par de párrafos del santoral católico que viene muy bien
para este momento y este escrito:
“…Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero
su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se
quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo
allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer
penitencia.
Cuando
su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando,
haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan
prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la
impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de
los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad
tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era
para una salud como la suya…”
¡Señor, cuánto me gustaría permanecer en este estado
el resto de mi vida! ¡Cómo me gustaría convertir mi casa en una especie de
monasterio como lo hizo Juan Crisóstomo!
Y siento que el Señor me habla a través de mis propios
pensamientos y sentimientos:
-Ya lo has hecho Leandro, ya lo has hecho. Ahora te
toca, como le tocó a Juan volver a la ciudad y trabajar en el mundo. Te toca
como te dijo ese monje carmelita… ¡Ponerte
manos a la obra! Es mas…: ¡Hace rato que te has puesto manos a la obra!
Solo que estabas cansado y debilitado por tanto sacrificio, el sacrificio de
tus permanentes emociones a flor de piel y de tu vulnerabilidad al estrés. El
sacrificio de lo mucho que te cuesta ser funcional y práctico, con esta
tendencia ideática que tienes que te impulsa hacia el desierto y la soledad con
Dios. El sacrificio de servir muy humildemente a los demás, en particular a las
personas en situación de vulnerabilidad a las que te dedicas a diario.
Llama Ely, se entera que no he ido a Casa Club y parece que
la cosa no le sorprende, me pregunta si hay comida y orgulloso le digo que una
rica comida calentita la esta esperando. En eso llega cansada del trabajo. Ha
de sentir el aroma a sándalo y ha de haber prestado atención a la música de las
monjitas de Belén y San Bruno que esta sonando en mi equipo de música. ¡No dice
nada! Solo me dice lo que ya se: En un rato vendrá nuestro cuñado para que le
cuidemos a Tiziano, su hijo.
Me pide que me quede solo con el sobrino mientras ella
descansa un poco.
A eso de las 15:30 hs. llega Tizi. Esta sonando la musica
mística, enciendo otro sahumerio y lo hago sentar en el piso para mostrarle lo
que es ponerse en presencia divina. Tiziano tiene 4 años y no entiende nada de
lo que le estoy mostrando, pero pareciera que al igual que a los animales, la
ambientación le genera una sensación positiva. No lo cargo con ésta emoción,
solo le enseño a hacer la señal de la cruz y hago una oración sencilla en voz
alta para que él empiece a aprender cómo se puede uno contactar con Dios cuando
uno lo desee. Después apago la música angelical de las monjas y enciendo otra
mas movida. Empezamos a conversar. Le empiezo a contar historias, como hacía mi
padre conmigo, le cuento sobre los deportes que hice en mi adolescencia y
juventud y le muestro en el youtube cada uno de estos. Después vamos a las
fotos que tengo en mi álbum. Le llama poderosamente la atención las fotos de
campamentos, carpas y vida al aire libre, como así también le llaman la
atención todos y cada uno de mis amigos del secundario y de la juventud. Me
pregunta el nombre de cada uno de ellos. También le llaman la atención los
diversos automóviles y me pregunta el nombre de sus marcas. Se engancha con una
brújula y pasa largo rato jugando con ella y al final de su estadía decide
probarse mi gorro de baño y las antiparras que utilizo para la natación. Duda
pero al final decide probárselas y se divierte mucho viéndose al espejo, y hasta
se tira al piso haciendo como si nadara.
¡La pasamos muy bien los dos! Se despierta Ely y sigue
jugando con el niño. Nos miramos, nos adivinamos, nos decimos que hubiéramos
sido buenos padres. Padres particulares, pero buenos padres al fin.
Fundamentalmente hubiéramos sido padres presentes. ¡En eso estoy seguro!
Llega la hora de darme mi baño. Tomo una ducha rápida porque
no contaba que estaría con Tiziano. Me visto, me arreglo y enseguida llega mi
parroquiano. Estuvimos conversando por alrededor de dos horas sobre pensiones
no contributivas, obras sociales y salarios familiares.
Al final de la consulta el cliente me pregunta sobre mis
honorarios. Yo le respondo que no cobro honorarios, que lo mío es un
voluntariado para Acapef y que es justamente este tipo de servicios
profesionales gratuitos son los que brinda Acapef a la comunidad, como entidad
sin fines de lucro.
Ante su interés en el tema le aclaro que Acapef puede
brindar ese servicio social gracias al poder del voluntariado social de los
profesionales y familiares que trabajamos allí.
El parroquiano de todas maneras toma su billetera, saca $ 50
y me los dona en señal de gratitud. Yo no insisto más, lo recibo gustoso y le
agradezco el gesto. Después, cuando el hombre se va, quedo de lo más contento y
le agradezco al Señor su generosidad y su Providencia.
Así va finalizando el día. ¡Un día especial o más bien:
sentido de manera especial!
Ya de noche nos ponemos con Ely a tomar mates y a conversar
sobre nuestros problemas económicos. Me cuenta de sus muchas preocupaciones e
intento darle tranquilidad y calmarle una a una. De repente se empieza a sentir
mejor, se relaja y es como si hubiera entendido que la labor de administradora
es muchas veces de lo mas estresante y demasiado fría. Por eso yo la aliento
permanentemente y ella, poco a poco, va encontrando con mi ayuda y la de su
terapeuta, el arista más humana de esta tarea, tan importante para nuestra comunidad.
Terminamos nuestra conversación. Cenamos lo que quedó del
medio día y nos fuimos los dos a ver dos episodios de la serie Lost que la
estamos viendo de nuevo para ver si esta vuelta la terminamos.
Como a las 24:00 hs. nos vamos a dormir plácidamente.
2º día de retiro:
Como hacía tiempo nos levantamos bien temprano y con tiempo
suficiente para que yo la llevara a su trabajo sin apuros.
De regreso de Medicina Preventiva pase por el bar de todas
las mañanas para tomarme el desayuno y leer el diario, en particular las
noticias sobre las multitudinarias marchas realizadas anoche en todo el país convocadas
espontáneamente por las redes sociales en contra del gobierno nacional y su política
autoritaria.
Me pone muy contento que el pueblo de la clase media se haya
manifestado pacíficamente y me pone mucho mas contento aún, que la mayoría de
los manifestantes hayan sido personas muy jóvenes, a los que se los suele
criticar por involucrarse poco y nada con los asuntos políticos y sociales.
Ojalá sigan estas marchas y ojalá encuentren un liderazgo
que organice la oposición y defienda a toda costa nuestra constitución, porque
no sería para nada bueno su reforma, la perpetuación de la presidenta en el
gobierno y el advenimiento de un socialismo para el siglo XXI, como se le llama
en Venezuela.
En lo personal le ruego a Dios que suceda a este gobierno
populista de izquierda, una social democracia y fundamentalmente un Estado
social demócrata, como son los Estados con mejor calidad de vida en el mundo. Los
verdaderos Estados de Bienestar. Estados de conciliación entre las diversas
fuerzas políticas, en lugar de Estados que fomentan la división del pueblo y de
las instituciones, como es propio de los estados dictatoriales.
Son las 10:34 hs. Recién sonó el teléfono y de seguro era
algún terapeuta de Casa Club que me llamaba para ver por qué no estoy yendo.
Intuyo esto porque estos me han llamado muchas veces justo a ésta hora, cuando
empiezo a remolonear para ir al Centro. Por lo general atiendo pero hoy he
decidido negarme al mundo. He desconectado el teléfono, no atiendo celulares.
Solo estoy con el Señor en oración y me he dedicado a compartir un café con la
Sra. Rosa que trabaja en casa como para ser amigable con ella. Obvio que le he
quitado tiempo de su trabajo por lo que ya la he justificado por si no puede terminar todas las labores habituales.
Ahora estoy otra vez a solas, con la imagen del Sagrado
Corazón, mi alma en Dios, la vela encendida en señal de devoción y la musica
sacra de los monjes gregorianos. Hacía años que no me daba este gusto. Y como
lo dije ayer: decidí tomarme dos días de retiro espiritual. Tengo que llegar a
la consciencia que de seguro me brindará el Espíritu Santo de momento a otro.
Cuando se es un pequeño místico, las cosas de este mundo
terrenal y las demandas de los demás, resultan ser muchas veces agobiantes. Uno
solo quiere sentirse que está en los brazos de Jesús y María y solo quiere
hacer lo que el Padre nos va señalando, así en automático como les comentaba
mas arriba.
En este estado místico uno también obra, pero sus labores
suelen ser principalmente el estudio y las domésticas. Respecto de la sociedad
uno se halla verdaderamente apartado. Ama al prójimo, porque le nota el alma y
todo lo humano que hay en él. Pero los problemas, del hombre común, casi todos
de índole material, resultan prácticamente insignificantes para la vida
espiritual.
El hombre espiritual solo necesita muy pocos recursos para
comer y para vestirse, y ya no le interesa crecer ni progresar en riqueza y
fortuna.
Esos pocos recursos siempre son dados por la divina
providencia, sea cual fuere la fuente. Al hombre espiritual que tiene fe en la
Divina Providencia nunca le faltará lo indispensable para su subsistencia. A esto
lo tengo súper comprobado en mi experiencia como persona con muchas relaciones
y como abogado social, cercano a la problemática de la pobreza.
Sin embargo, hace tiempo me di cuenta que Dios no me llamó
para ser como una especie de monje ermitaño, aunque ese estilo de vida siempre
me haya atraído muchísimo.
Me llamó para ser un hombre de familia, me llamó para ser un
profesional del área social que es justamente el área que busca prosperidad y
bienestar para las personas más carenciadas.
Nos llamó a mi esposa y a mí, para crecer, para progresar,
para colaborar a que otros progresen, para contratar personal y brindar
trabajo, nos llamó para ser sus administradores, sus ecónomos. Nos llamó a que
recibiéramos cada vez más fortuna material por medio de sus bendiciones, a
medida que vamos incrementando nuestra fortuna interior y vamos aprendiendo que
en la Realidad mas Real, nada de lo que tenemos nos pertenece, sino que le
pertenece a Él y que a nosotros nos toca compartir esa riqueza con el resto de
la comunidad afectiva de manera justa y equitativa, no solo asistiendo materialmente
a algunos de sus miembros, sino también colaborando en su educación permanente para
que todos seamos cada día mas autónomos, cumplidores y agradecidos.
¡Ahora te toca ponerte
manos a la obra! Me dijo el cura carmelita y así lo hice. Dejé estos
retiros espirituales que los hacía dos veces al año por períodos superiores al
mes en cada ocasión… para ponerme a trabajar como hombre de familia,
rehabilitando y abogado social.
Sin embargo el otoño cuaresmal y la primavera Mariana, me
siguen golpeando fuerte. Como les dije ayer, desde el año pasado que no entraba
en un éxtasis como el de ahora y por el que me estoy escribiendo esta entrada,
tan larga como un libro, o por lo menos como un capítulo entero.
El Espíritu Santo me hace saber en este preciso momento: ¡Estoy
verborrágico! Mi mente se preocupa un tanto con esa exclamación. Respiro ondo,
siento el aroma a sándalo y pienso en el júbilo. ¿Es júbilo lo que siento?
Debo responder afirmativamente, porque hacía mucho tiempo
que no encontraba inspiración para escribir. No me lo permitía. Y ahora estoy
escribiendo todo un capítulo de emociones, sensaciones, ideas, pensamientos y
sentires.
Sin embargo mi mente sigue preocupada: ¿Estoy sacado de mi
realidad? Me pregunto.
Por ahora no se me ocurre
qué responder, pero lo importante es que no siento, como sentía ayer…: “paz”.
¡Estoy movilizado, estoy contrariado! quiero estar acá
describiendo mi mundo interior y siento por otro lado que me estoy dando a mi
vicio, el vicio de la tecnomanía, el vicio del balbuceo, el vicio de la
vanagloria, el vicio del murmullo mental.
Me retracto: ¡No siento júbilo, ni siento mas éxtasis! Mi ego
me ha invadido y siento la preocupación que me ha sembrado mi mente.
Frente a esta sensación desagradable solo Dios me puede
salvar mediante su gracia redentora.
Voy a sonarme la nariz porque necesito más aire.
Entro a la cocina y luego de sonarme la nariz me pongo a
conversar con Rosa e inmediatamente la percibo como “instrumento de Dios” y por
su intermedio, Él me empieza a decir que mi retiro espiritual ya está llegando
a su fin.
Necesité realizarlo, necesité desconectarme de todos y de
todo, necesité desenchufar mis teléfonos, necesité respirar el aroma del hogar,
necesité contemplar la poca naturaleza que se percibe en la urbe, necesite
escuchar música sacra. Necesite tomar distancia y exciliarme por un tiempo. El
tiempo fueron dos semanas. Dos largas semanas para lo que es mi criterio de
tiempo actual. ¡Pero ya fueron!
Me está haciendo falta volver al mundo. Abrir mis puertas,
conectar mis teléfonos, conectarme otra vez con mis actividades. Seguir
luchando para superar mis limitaciones, mi pereza y mi desgano. Necesito
continuar produciendo y sirviendo. Necesito seguir con las manos puestas en
obras.
Ya me tomé mi respiro, ya me soné la nariz, ya recuperé el
aire.
¡Ahora de nuevo a la arena, de nuevo a la cancha, de nuevo
al trabajo!
Esta idea de volver a los hechos y actos, esto de volver a
las obras, esto de volver al mundo y de volver a lo que es el ejercicio de la
vocación para la cual Dios me llamó, me ha dado la tranquilidad que recién me
faltaba. Otra vez estoy empezando a sentir paz. Esto es lo que quiero para mi
vida. Podría decir Castaneda: Soy un guerrero. Podría decir Coelho: soy un
guerrero de la luz. Digo yo: Soy un humilde, muy humilde luchador. Soy también
un muy humilde emprendedor y debo continuar emprendiendo. Soy un abogado social
y debo continuar socializando y procurando un sencillo bienestar para mi familia
y mis parroquianos.
No soy un ensoñador, ni un acechador, tampoco un cazador, ni
siquiera un pescador.
También soy un bohemio, mas que un místico, como me lo dijo
ese cura carmelita y de vez en cuando hago hablar mi alma en pequeñas experiencias
místicas. Debo regresar a mis talleres artísticos para crear y seguir produciendo,
junto a mis amigos de música y teatro, las dos obras que tenemos programadas
para octubre.
Debo ponerme las pilas otra vez para levantarme y volver a
andar. El encuentro con Dios mientras estuve caído ya lo tuve y fue como
siempre: ¡Vivificante!