Son las 12:40 hs. Me hallo en la cocina con Ely, ella
dedicándose a sus números y yo intentando escribir, lo cual no me resulta para
nada fácil como en otras épocas, puesto que ya no estoy para nada inspirado.
Esta semana hemos estado de vacaciones porque Ely se tomó su
licencia sanitaria, pero el martes habiéndome reunido después de años con mi
viejo amigo Paco Ovejero, lo cual fue un nuevo paso en la dirección de mi
reinserción social, tomé frío en la terraza de Il Gatto, ubicada en el Nuevo
Centro Shopping y a partir de ahí, me pesqué un resfrío tremendo, motivo por el
cual hoy me hallo haciendo reposo en casa, vestido de pijama, bata y medias. Ha
estado lloviendo desde ayer a la tarde y el día tiene ese gustito a fiaca, que
se puede experimentar cuando uno está enfermo y encima con lluvia.
Hace tiempo que no puedo escribir de manera suelta como lo
hacía antes en mis dos blogs: “el andar de un bipolar” o “mensajes para la
aldea global”. Hoy pareciera que me estoy soltando otra vez. El tema es que se
me hizo saber que mis entradas eran demasiado largas y que pocas personas
podían seguirlas.
También se me hizo saber que me había desnudado demasiado el
alma frente a mis lectores y todo esto produjo una especie de pudor en mi
estilo autobiográfico. Este hecho de no haber tenido devoluciones positivas
sobre mi forma de escribir, hizo que a final me avergonzara y cerrara mis blogs
al público.
Hoy me siento un poco desposeído y desapasionado. Además me
cambió muchísimo la vida, a partir de la primavera del 2011, en que debí
empezar a acudir todos los días a Casa Club y se me terminó la chance de
escribir todos los días en casa, como lo hacía hace unos años cuando creía que
era escritor.
Ahora se solamente que escribo bien, pero que por lo general
no soy leído y que solo escribo para sentirme mejor.
Esta realidad me da un poco de tristeza, aunque no quisiera
hablar de tristezas hoy. Quiesiera más bien hablar de la alegría que siento por
estar como hace dos o tres años en casa, retirado circunstancialmente del
mundo, descansando, recuperando las fuerzas para recomenzar la lucha diaria a
partir del lunes y plasmando por escrito todo lo que siento y puedo observar de
mi realidad circundante.
Sin embargo, por más que quiera escribir sobre alegrías, no
puedo inventarlas y debo confesar que hoy estoy un poco… cómo diría: ¡apenado!
Todos mis seres queridos me han desalentado esta facultad
para escribir y cuanto mucho, algunos pretenden que “escriba a instancia de
parte”, diversos artículos sobre temas que les interesan más a otras personas,
que a mí como escritor aficionado.
Como lo he dicho, ya ni siquiera tengo un blog para publicar
esta entrada y luego ver cómo la leen aquellos lectores anónimos, que las
estadísticas del sitio llegaron a registrar alrededor de 10.000 visitas, aunque sin
devoluciones, ni comentarios.
Creo que debo virar el sentido de este escrito y tornarlo en
Oración, pues me doy cuenta que desde hace unos días vengo negativo y
deprimido, con un gran cansancio y agotado
por todas las pruebas por las que he estado atravesando, desde ya hace tiempo.
Necesito de Ti, mi Señor, para que me saques de esta “ultima ultimidad” de mi
ser (como lo decía el padre Sixto Castellano), y como lo hacías antes, para irme llevando después de a poco a sentir mi “primera primeridad”.
Dejo de pensar, pongo mi mente en blanco y quedo a la espera
de los pensamientos viajeros.
¡De repente uno comienza a aparecer!: “Me siento
útil” me dice una voz interior ¿Qué es ser útil me pregunto?
Voy al google y busco la palabra:
Dice el diccionario sobre la palabra útil: “beneficioso,
provechoso” y seguidamente entre los sinónimos señala estos: positivo,
práctico, productivo.
Me doy cuenta entonces que mis escritos autobiográficos no
eran útiles, mientras que lo que estoy haciendo ahora en ambas rehabilitaciones,
la terapéutica y la profesional, si lo son.
En Casa Club cumplo
un rol, que todavía no puedo verlo del todo, pero que está relacionado con lo
que me ha dicho el Lic. Víctor Becerra: sobre eso de “ser referente” de mis
congéneres.
Además en natación cuando me designaron capitán de los
nadadores, empecé a cumplir otro rol, en la misma dirección que nos señaló ayer
nuestra prima Eliana, respecto del puesto de capitán que le asignaron a su hijo Emiliano: esto es: “Para
alentar al equipo”.
En teatro y en música me nombraron guionista. En radio
necesitan de mí para que abra debates sobre la realidad socio político y
económica del país y así mejoremos todos cognitivamente y además para que podamos
mejorar en la comunicación social. Respecto a la rehabilitación profesional,
tal cual lo he visto hace tiempo: mis asesoramientos voluntarios son positivos para las
familias de Acapef y mi labor de tramitador en interés propio y el de mi matrimonio en pos de una gran variedad de negocios jurídicos para los que se requiere solo la condición de simple administrado o en su caso, la condición de sujeto del derecho civil o comercial para las que no me hallo inhabilitado por mi jubilación, como así también que hago desde mi rol de asesor jurídico voluntario, esto es actuar de promotor de un colega que puede ejercer la profesión y es quien procura los diversos beneficios sociales de la seguridad social, del derecho previsional y de vez en cuando asuntos del derecho civil de las familias que me consultan, me siento persona de provecho y
beneficio para las familias en situación de vulnerabilidad.
Sin embargo, por más que vea lo útil que soy en ambas
rehabilitaciones, todavía no puedo sentir ni remotamente; alegría, sano
orgullo, ni mucho menos euforia y para qué hablar de éxtasis. ¡Nada de esto
siento! ¡Estoy verdaderamente desanimado!
Es como que no me puedo sorprender ante lo divino y
misterioso, y después terminar siendo de lo más agradecido como lo era antes.
El escribir me producía una sensación de placer y pasión, y ahora la
rehabilitación me ha llegado a producir una sensación de cansancio y agotamiento,
por tener que estar casi todo el tiempo en movimiento y accionando en la
realidad, en lugar de estarla contemplando y dedicándome a repasar lo que mi
corazón siente y lo que mi mente me dice.
¡Siento que todavía me faltan muchos objetivos por lograr,
para llegar a ser un buen ejemplo a seguir! O ese referente que me han dicho
que soy. ¡Creo que soy bastante exigente conmigo mismo, en alguna medida, y
que como lo decía Don Juan Matus en los libros de
Castaneda, “el sentimiento de importancia
personal que todavía tengo es muy elevado”, tanto que si no alcanzo los estándares
que debería tener mi ser, y de acuerdo a los ideales de propio ego… todavía no
me puedo considerar ejemplo de nadie y por ende, también considero que tengo
poco poder personal, es decir: autoridad.
Me siento sin poder personal, sin autoridad moral.
Sencillamente me siento incompleto, insatisfecho y con muchas, muchas metas por
lograr todavía, para alcanzar la tan ansiada ecuanimidad, moderación o
templanza.
Un pensamiento viajero llega a mí: Recuerdo cuando le pregunté a Oscar Renta si él era un maestro y me contestó
casi enojado: ¡No lo soy! ¡Soy solo un mero instructor de yoga! Me falta mucho para
convertirme en maestro. Tal vez me falten todavía varias vidas más para
alcanzarlo.
Creo que un poco pasa por acá la cosa: Antes cuando me regocijaba
en mis escritos, al cabo de un rato y después de ir saliendo místicamente de mi
última ultimidad, para llegar por fin a mi primera primeridad, lo que sentía
siempre al final de la oración era: algo así como el hecho de sentirme un maestro.
Hoy estoy muy lejos de tener ese sentimiento, que obviamente
me producía euforia o en el mejor de los casos: éxtasis.
Se me frustró la idea de convertirme formalmente en máster en educación porque el posgrado que empecé a cursar me parecio demaciado para mi y
esto me hizo tomar un poco mas de conciencia que no podía considerarme maestro
de nada.
Ahora sé que todo en lo que soy útil, lo soy a un nivel muy
pero muy humilde y llevando adelante un perfil, muy pero muy bajo.
Se además que en la disciplina que descubrí hace años, la
disciplina de la ecuanimidad, todavía me falta mucho por andar para convertirme,
si quiera, en instructor. Advierto que soy meramente un practicante más y
siento que hay muchos de mis congéneres y amigos, que están muchísimo más
adelantados que yo en esa misma disciplina y aunque no sean para nada conscientes
de ella, ni de que están avanzados en la práctica de la misma.
Me siento así de incompleto, en particular por ese informe
que me han hecho para que presente a la Caja de Jubilaciones, en donde se me
hace saber lo muy desorganizado que sigo estando y desde hace ya mucho tiempo.
Además se me hace saber también, en alguna medida y de forma indirecta que he
perdido mucho de la gran autonomía que siempre tuve y se me ha hecho saber, al
fin, que tengo una súper producción de ideas bastante expansivas, maniáticas o
psicóticas.
Todo esto lo desconocía en mi, cuando me quedaba por las
mañanas en casa a experimentar una vida muchísimo más contemplativa de la que
llevo adelante hoy en día.
Como ya lo escribí en una de mis libretitas, hace tan solo
unos días: “el estar deprimido tiene algo de bueno”: esto es, el estar un poco
más realista que de costumbre. Finalmente y sintiendo al fin algo de ánimo de
parte del Señor que me lo transmite: ánimo por sentirme útil y con ello: positivo,
productivo y práctico, que sin haberme dado del todo cuenta hasta ahora, tomo
consciencia que la cosa va más allá, y concuerda con lo que me pidió aquel
sacerdote carmelita descalzo cuidador de la gruta de la Virgen de Lourdes de
Alta Gracia, cuando ante mi intriga sobre si era o no un místico me dijo: ¡sabemos que eres un pequeño místico, no hay
duda de ello! Pero ahora te toca ponerte “manos a la obra”.
Veo que este camino es justamente el que he seguido, un poco
por la manera como me ha ido orientando mi psiquiatra y el resto del equipo
terapéutico que me acompaña a diario, otro poco por propia decisión personal como
resultado de mi autoconocimiento y mucho porque en esa dirección me ha venido
guiando el Espíritu Santo como me ha guiado siempre.
Supongo entonces que el cansancio y la distimia son
sentimientos o sensaciones, mucho más normales que la euforia y el éxtasis y
además surgen por la productividad y lo útil que somos, lo que termina siendo
mucho más solidario que la vida mística o contemplativa y el solo gozo espiritual
del éxtasis en la Oración. En esto me debo regocijar y por ello debo dar
gracias a Dios que me ha hecho tomar ese viraje en mi vida religiosa,
transformándola de contemplativa a servicial o como me gusta llamarle: ejerciendo un cristianismo práctico.
Y así termino mi oración de hoy: habiendo alcanzado por fin,
y por Tu intermedio, Señor, no ya una euforia como era antes, pero si al menos;
un estándar de autoestima saludable. Me siento por ello agradecido con el
creador y ¿Por qué no? ¡Bendecido como de costumbre! Y ahora por el cambio que
me hizo emprender desde Agosto del año pasado y cuyo proceso aún no ha
finalizado.
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