Miércoles 30 de mayo de 2012 a las 12:44, hora en que empiezo
a escribir este mensaje que espero terminarlo antes de las 14, hora en que
quiero ponerme a cocinar para recibir a Ely con algo calentito.
Abro el freezer y veo cuatro hamburguesas de pollo listas para
echar a la plancha y para acompañarlas con una sencilla ensalada mixta.
¡Todo fácil y buena onda!
Me hallo escuchándo música clásica, de a ratos, dado que de
vez en cuando se me corta la comunicación de la radio on line de la 100.
¡Siento una emoción…! y estoy tratando de descubrir cuál es
porque deseo llegar luego a un “sentimiento acabado que marque al fin un corte”.
Mi seño fruncido me da el indicio de que se trata de una
preocupación y ésta en definitiva me lleva nada más y nada menos que al miedo.
Lo puedo deducir por mero razonamiento y análisis gramatical.
¡Si, la emoción que estoy sintiendo es un simple miedo!
A veces me gusta decir que en mis reflexiones voy penetrando
diferentes grados de profundidad, como si fuésemos atravesando las diferentes
capas de una cebolla.
Pues en la capa más superficial de la cebolla se halla mi
preocupación por una nueva falta al taller de teatro de Casa Club.
En la siguiente capa de profundidad, empieza a surgir el
miedo a no poder ser constante con lo que vengo haciendo.
Este miedo me lleva en lo más profundo, a ese otro miedo del
que ya hable en mi entrada titulada: “La crisis de la mediana edad” que
consiste en creer que podría estarme estancando a mis 42 años, en lugar de
estar generando.
Pero profundizando aún más, repaso la entrada siguiente
titulada: “Cuando el equipo terapéutico nos ayuda a salir del bajón” y empiezo
a darme cuenta que este equipo terapéutico ya me conoce muy bien, me ha
afirmado que a pesar de todo vengo generando y sabe perfectamente que soy un
mañoso, tal cual ya lo escribí en la vieja entrada del año pasado titulada: “La
rehabilitación de un mañoso” escrita en este blog, el 1º de marzo del 2011.
Entonces me está viniendo, poco a poco, el sentimiento que
estaba esperando. ¡En realidad se trata de varios sentimientos!
Es un hecho que vengo generando una rehabilitación y hasta
se puede decir que es una buena rehabilitación, mas allá de mi natural
desorganización y condición un tanto caótica. Me lo ha dicho el psiquiatra,
como ustedes ya lo habrán leído, y me lo han sugerido los demás miembros de mi
equipo terapéutico en varias oportunidades, además de mi familia, pero todavía
no lo logro sentir de este modo en mi corazón.
He hablado en las entradas antes referidas, de mi carácter medianamente
obediente y también de mi tendencia al compromiso, en particular, por mi
condición de abogado y por la vinculación con los contratos, pero muy
particularmente por mi vocación humanista, que me hace valorar muchísimo las
relaciones sociales y con ello, la necesidad de vínculos y el deber de
alimentarlos y mantenerlos.
He hablado hasta de mi voluntariado social y con ello de mi
actividad solidaria para con Acapef, mi Comunidad Afectiva Alippi Serra y la
Iglesia.
Sin embargo y a pesar de lo antes expuesto, “siento” ahora en
lo más profundo de mi ser, lo mucho que me cuestan todas las relaciones humanas
de cualquier índole, sean estas: matrimoniales, familiares, sociales, laborales,
profesionales, culturales, recreativas o educativas y aún cuando también “siento”
muy profundamente mi necesidad imperiosa de tenerlas a todas estas relaciones. “Siento”
lo mucho que me cuesta cumplir con los compromisos de cualquier índole y hasta “siento”
cuánto me cuesta ser solidario.
Hay una
fortísima tendencia en mí a comprometerme solo conmigo mismo y a hacer solo lo
que yo quiero. Hay una fortísima tendencia dentro de mi, de ser un total
egoísta.
Entonces me pregunto: ¿Mi esencia es buena o mala?
Y no se me ocurre ninguna respuesta al interrogante. Solo me
viene a la mente un sentimiento también tan profundo como el anterior: “Soy un
hombre de buen corazón”.
Entonces llego a una sencilla conclusión:
Soy,
sin lugar a dudas, un guerrero que lucha
contra sus propias debilidades, en todo momento, de vez en cuando triunfa y de
vez en cuando es vencido por su propio mal, en sus diferentes batallas.-
Por último “intuyo” que a la paz definitiva no la lograré en
esta vida terrenal, sino que me será dada en gracia por Dios en la gloria del
cielo, si he de ser aquí un buen guerrero y muero en combate.