Le
escribo en el muro de la página de una amiga llamada Conciencia Yôga:
“La buena oscuridad nos mantiene expectantes y
nos invade un sentimiento de misterio.
¡cuán bello es pasar una noche de luna llena
junto a un fogón y si es con amigos mejor!
El sol
nos recuerda que tenemos algo de las aves, y que como estas, apenas aparecen
los primeros rayos de luz, salimos por ahí a ganarnos nuestro sustento y a
procurarnos nuestra energía vital. Volamos detrás de nuestros sueños.
La lluvia nos pone en contacto con un cúmulo
de emociones encontradas, que nos provocan diversos sentimientos, según la
etapa de vida que estemos pasando, o la personalidad que tengamos, o las circunstancias
por las que hayamos atravesado. El yogui es uno con ese microcosmos. El místico
lo tiene por hermano, como lo tenía San Francisco de Asis. (Hoy iremos a un
monasterio Franciscano que está en Carpintería, cerca de Merlo San Luis).
Namaste”
-Contesta Conciencia
Yoga:
Me gustó mucho lo que sentiste “escriba” (apodo
que me pone esta amiga).
-Y yo le
comento:
¡Gracias! Si me lo permitis, seguiré siendo tu
escriba en Conciencia Yôga.
Soy un escritor solitario y necesito una
patrocinante como vos (popular y querida). Ofresco: “No confrontar con los
yoguis, sino respetarlos y amarlos, para que de ese modo pueda sacarme la
bronca que tengo contra los orientales por
su paganismo” y así volver a ser uno conmigo mismo, ya que no siempre tuve
esa bronca y hace años aprendí mucho del yoga.
¿Hacemos trato?
-¡Por favor escriba!
Yo esperaba que dijeras eso, es para una humilde
“yoguini”, un absoluto placer contar con tu sabiduría y un honor, somos uno y
vos escriba sos alguien importante para mí.
Después de
la excursión:
-No era Franciscano el
monasterio, era de las monjas de Belén, de la Santísima Trinidad, la Asunción
de la Virgen y San Bruno.
Si buscas en Google este
San Bruno, verás que fue el fundador de los monjes Cartujos, los más austeros y
retirados que se conocen, pues estas monjas y monjes
de Belén, son sus nuevos discípulos y son independientes de los cartujos. Viven
en total silencio y clausura y se dedican a hacer artesanías en piedra (marfilina)
y en madera.
Siguen el rito de la
iglesia de oriente y viven en perpetua contemplación y oración, cumpliendo como
María, en todo momento; la Voluntad del Padre, siguiendo con total obediencia,
una estricta Regla dictada por el Santo, con Jesucristo como Amigo Intimo y a
la sombra del Espíritu Santo.
El convento es
verdaderamente impactante por su sobriedad y belleza.
Ayer hablábamos de
místicos, pues estas monjitas son típicas exponentes de esa mística Católica.
¡Un regocijo para el
alma!
Y sus obras son
verdaderas obras de arte. (Con Ely compramos algunas)
Verdaderamente este
monasterio se lo puede comparar con un Asram, en una montaña sagrada, por lo
retirado que esta de todo, al pie del macizo Los Comechingones.
-Gracias, gracias dice Conciencia.
Creo que mi
amiga exagera cuando menciona mi supuesta sabiduría, dado que habla desde el cariño
que nos tenemos. A esta amiga virtual, la conozco desde hace aproximadamente
ocho meses, y hemos entablado muy buena amistad, llegando a sentirnos verdaderamente
como hermanos. Lo que yo tengo, son ansias de conocimiento y curiosidad por el
estudio de los asuntos religiosos. Nada más. Además de un gran entusiasmo por
intentar testificar mis grandes emociones de tipo místicas, en donde siento que
algo dentro de mí, se parece al espíritu de estos monjes y monjas retirados.
Curiosamente casi siempre que salimos de vacaciones con Ely, el Espíritu Santo
nos conduce a lugares retirados como estos, como fue el año pasado, cuando
andábamos de viaje por el norte y fuimos a conocer el monasterio Benedictino
del Siambón, en Tucumán. Ya he reconocido que mi vocación, primero que nada es matrimonial, pero estas madrugadas, a solas con el Hermano
y Amigo Íntimo, Cristo, me acercan un poco más a estos típicos místicos.