Sin lugar a dudas me gustan los días lluviosos o cuanto mucho nubladitos. Se nota que tengo un alma nostálgica porque me gustan estos días grises y no siempre fui así, porque recuerdo muy bien que en las épocas de mi juventud, el sol radiante me ponía también ardiente.
Grises también me parecen las madrugadas y las primeras horas de la mañanita, donde el sol no ha empezado a calentar y donde apenas se lo ve entre las ramas de los árboles más altos.
Grises también me parecen los crepúsculos a partir de que el sol se pone y queda una luz en el ambiente de colores tenues.
Todos estos momentos me encantan y nunca siento aburrimiento, ni pesar cuando acontecen, sino más bien serenidad y sosiego.
Pareciera que de la oscuridad de la noche adolescente y lo radiante de la blanca luz del sol que muestra en todo su esplendor los diferentes colores jóvenes que existen, pasé al día gris y sigiloso, que se contenta con un buen momento de calma del espíritu y una mente romántica y creativa.
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