Antecedentes:
En el año 1996 cinco viejos
amigos; Faustino, Guillerno, Pablo, Jeny y yo, teníamos un sueño en común. Fundar una comunidad material (es decir
comunidad de bienes inmuebles y muebles) en una tierra de 12 ha que adquirimos
en condominio, en las cercanías de Unquillo, en el paraje denominado; San José.
La idea estaba un poco inspirada en deseos un tanto adolescentes y en la
cultura hippie de los años 60.
Hacia el año 2000, comencé a
transitar mi vida junto a mi actual esposa Verónica Elizabeth Serra, a la que
le presenté la idea de nuestra comunidad. A ella le gustó la tierra, pero dijo
que para que ella viviera en comunidad, la misma debía respetar absolutamente la
“autonomía” y “autosuficiencia” de la pareja. Expreso claramente que las cosas en condominio con los amigos no le gustaban.
Poniéndome entonces a sus
órdenes, dado que ella ya perfilaba para convertirse en “el corazón” de nuestro
matrimonio, comencé a tramitar con el resto de los condóminos la mensura de la
tierra, subdivisión y adjudicación de los diversos lotes, para que cada propietario
tuviera sus propios dominios.
A partir de esta época (año
2003) con uno de mis amigos conservadores; Pablo y también dueño de uno de esos lotes, vimos
la necesidad de empezar a retirarnos paulatinamente del grupo grande de amigos
(conservadores y progresistas), dividiéndose el mismo entre amigos progresistas y amigos conservadores, tal cual ya lo he expresado en reiteradas oportunidades. Nuestra separación se produjo en virtud de los diferentes caminos que unos y
otros estábamos tomando. En San José quedaron los Progresistas que siguieron
trabajando por la vieja idea de vivir en el campo, y que fueron creciendo en número con el paso del tiempo, aunque los años les demostraron también a ellos que les resultaba mejor ser autónomos e
independientes unos de otros, dando con esto, todos ellos también, un paso importantísimo hacia
la madurez.
Por nuestra parte con Ely, aún
cuando nos gustaba nuestra tierra, desistimos de ir a vivir allí,
quedando la misma tan solo como inversión y sin ningún proyecto sobre la misma.
En ese mismo año 2003, Ely y yo
éramos muy amigos de José María, un congener mío. Entre los tres seguíamos
pensando cómo debería ser mi vieja idea de comuniad, a la que por cierto no
yo no renunciaba.
Entre los tres creamos dos
cuestiones importantes en torno del tema: El nombre de la primera comunidad a
la que le denominamos: “Grupo Ser” y el símbolo de la misma que eran tres
círculos superpuestos, compartiendo las tres figuras una misma área en común y
quedando el resto de sus áreas de manera independiente.
Este símbolo quería significar
que el grupo ser estaría constituído por una comunidad en donde cada miembro
podía ser amigo de otro u otros miembros pero todavía tenía toda un área de su
vida social que no compartía con la comunidad y que la compartía con otras personas que no fuesen de la comunidad. De
esta forma yo sentía que estábamos cumpliendo el anhelo de Ely sobre una
comunidad autónoma y autosuficiente.
Seguidamente reunimos en casa
los días domingos a un grupo de amigos y amigas que pasaron a integrar el grupo
ser, pero esa comunidad muy cerrada y forzadamente organizada duró muy poco,
disgregándose sus miembros rápidamente.
Hacia el concepto definitivo de
Comunidad Alippi Serra
Finalmente un día que me
encontraba meditando sobre mi comunidad recordé lo que nos dijo la oficial del
registro civil cuando nos caso a Ely y a mi: “Que estábamos conformando la más
antigua y natural de las comunidades: la familia, cuyos cimientos son el
matrimonio”.
Esta idea fue reveladora y tuve
el primer insigth cuando advertí que “nuestra
comunidad ya estaba formada y que la había estado viendo todo el tiempo, sin
necesidad de organización alguna, ni reconocimiento por parte de sus miembros”…
Era la comunidad afectiva constituída por
el conjunto de nuestros seres queridos, es decir amigos y familiares a los que queríamos como a nuestra propia familia.
Con posterioridad,
encontrándome estudiando el sacramento del matrimonio en el catecismo católico,
leí dos cánones que me brindaron el segundo insigth:
El canon 1653 expresa:
La
fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral,
espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la
educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos
(cf. Ge 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio es estar al servicio
de la vida (cf. Fc 28)
Y el canon 1654 dice:
Sin
embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar
una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio
puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.
El insigth que tuve fue el
siguiente:
Existen
hijos de la sangre, hijos de la ciencia (fecundación in vitro), hijos dados
en adopción, e hijos de la vida. Hemos estado buscando y meditando sobre las
primeras tres opciones y al final nos decidimos por seguir la cuarta alternativa: "los hijos de la
vida". Entonces si la Virgen María nos llevó a conocer a su hijo Jesús hasta
sentirnos como su propio hijo y con ello, hijo de Dios Padre y hermano del Señor, y luego el Señor, en
nuestro andar espiritual, nos llevo a
conocer al Padre y a experimentar místicamente, esto de sentirse como un padre
de todos, a semejanza de los sacerdotes ministeriales y por el sacerdocio
baustismal del que todos los católicos somos partícipes…, nuestros hijos de la
vida serán todos nuestros afectos, tanto familiares, como amigos, y a ellos nos
daremos, principalmente en la antes mencionada función educadora y de ellos
recibiremos todo lo que necesitamos, desde el punto de vista del Amor y la
felicidad. Nos daremos y se nos darán, así en forma semejante a cómo ocurre con
el divino misterio de Dios, que siendo Padre, es al mismo tiempo Hijo y con ello; Hermano nuestro por adopción.
Conclusión:
Para que este difícil misterio
se pueda percibir un poco más cercano a nosotros, los simples mortales... Tomaré
prestado de las filosofías orientales una idea que puede expresar mucho mejor
lo que pretendemos transmitir como hecho fundamental de nuestra comunidad
afectiva Alippi y Serra, el hecho de "su finalidad"
Todos los amigos y familiares
de este matrimonio son, a la vez maestros y discípulos nuestros, sin tener en
cuenta su edad, creencia, condición social, ocupación, ni ninguna otra
particularidad, ni especifidad. (Todos somos iguales ante la ley humana y todos somos hijos de Dios) Y los que los hace miembros de nuestra
comunidad es tan solo la afinidad que le tenemos y que nos tienen. De ahí en
más cada integrante de nuestra comunidad puede conformar a la vez otras muchas
comunidades propias de las que podemos formar parte también, o no.
Nuestra comunidad es una
comunidad libre y abierta en donde la sola afinidad integra a sus miembros y en donde esta integrada también la hermana naturaleza, con los hermanos animales y las hermanas plantas como nos enseño San Francisco de Asis, que por cierto también son maestros y discípulos nuestros, como las creaturas de Dios que son y por lo tanto con el don de la vida, a la que esta comunidad sirve en primer lugar.
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