Señor: ¡Me siento terrible! No tengo ganas de hacer nada de lo que me hace
bien. Por ejemplo: me hace bien empezar mi día a las 6:00 hs y aunque hoy me
levante a esa hora para llevar a mi esposa al trabajo, luego regresé a casa y
me dormí hasta las 9:10 hs. Esto no me permitió meditar antes de ir a cumplir
con mis obligaciones y de esta manera no puedo empezar el día armonizado. Todo
se demora y yo pierdo el taller de Casa Club. Este hecho me hace sentir
culpable, pues estoy comprometido con mis compañeros de folcrore, de teatro, de
pLástica y de música… y con ninguno de estos espacios estoy cumpliendo
satisfactoriamente.
Creo que mi organismo ya se ha saturado de risperidona y de
lorazepam y en consecuencia me falta mucha energía. Tengo todavía las dosis que
me dio el psiquiatra en la crisis de la primavera pasada, solo me quitaron el
haloperidol y la levomepromazina porque la crisis fue demasiado profunda… pero
todavía estoy lejos de las dosis que tomaba cuando me sentía más estable.
Me hallo bajoneado, he dejado de hacer natación, no le doy
clases a Dante y hasta me hago el tonto para no tener que salir a caminar con
mi A.T. los lunes y miércoles, como lo veníamos haciendo…
Mis fuerzas han decaído y necesito que me levantes el ánimo.
¡Estoy empezando a percibir tu presencia que viene a mi, muy
de a poco!
Me hallo escuchando música clásica y advierto que un
recuerdo me viene a la mente… la escena de la película Filadelfia, cuando el
enfermo de sida y su abogado están escuchando la opera: La Mamma Morta. Veo el videíto…
y logro que me apene el estigma que de seguro deben experimentar los gays, me
siento sensible como ellos y eso me da vergüenza, pero aún así sigo escuchando la musica clásica y aún más, la apago y busco en la 100, “divas de la opera”, para sintonizarme aún mas con mi sentir. Se se
escuchan los bajos, los gemidos, los lamentos de la soprano… siento un
escalofrío que corre por mi espalda, y recuerdo dos cosas: Cuando mi psiquiatra
nos dijo a los congéneres en terapia grupal que con los años en los hombres se
acentuaba este trastorno, mientras que en las mujeres tendía a estabilizarse.
Por otro lado recuerdo lo que me dijo Ely el fin de semana pasado: “Tal vez
Leandro te estás poniendo viejo, fijate que hace unos años eras el que mejor
estaba de entre tus amigos más jóvenes, hoy todos ellos están muchísimo más
estables que vos”.
¡No puedo cumplir con las pautas terapéuticas que me dan! Y eso
me apena muchísimo, veo que me estoy perdiendo bellas oportunidades de
expresión artística y bellos momentos de socialización, encerrándome sistemáticamente
cada vez más en mí mismo y ya ni siquiera en éxtasis místico como me ocurría en
aquellas viejas épocas de mis largos retiros espirituales otoñales y
primaverales.
Siento como nunca antes que me estoy empezando a sintonizar
más y más con la nostalgia, con la frustración, con la impotencia, con el
sufrimiento y hasta con la desesperanza. Se que a Ti, Nuestro Señor, esto no te
agrada, pues Tú nos has enseñado que lo último que hay que perder es la
esperanza. Entonces de repente se para la música y una reflexión viene a mí…
En la cocina está haciendo sus labores Rosa, nuestra
empleada, ella habla muy poco. No es como la que teníamos antes, Virginia, con
quien yo hablaba mucho y que hacía las veces de "cuidadora domiciliaria".
Cuando entro a la cocina a buscar el mate, Rosa me dice: ¡Eso
que está escuchando es opera! ¿No? y luego afirma: ¡Está tranquilo señor! Yo le contesto: si, Rosa
estoy tranquilo. ¡Hoy es un día para la reflexión! Entonces me doy cuenta que mi pesar no es para tanto. Hoy estoy tranquilo, no estoy desesperado y ya superé la culpa.
Entonces vuelvo en mí y me doy cuenta, como lo acabo de decir que no he perdido la
esperanza. Que mi esperanza es cristiana y la misma se trata de mucho mas que de poder
terminar de escribir ese libreto de opera que me han encomenado para el taller
de música, o poder presentar mi tango; “Balada para un loco” para el día de la
música a fin de este año, o poder hacer al fin…; una puesta en escena con mis
compañeros de teatro, o terminar de pintar los murales de Casa Club, junto a
mis amigos de plástica, o incluso llegar a tener buenas devoluciones como
escritor de mis blogs…
Mi esperanza cristiana consiste en que al final de este tránsito
por la tierra, me gane al fin la gloria del cielo, terminando así todo dejo de
sufrimiento y falta de ecuanimidad.
La música sigue callada, ha inundado el ambiente el silencio
y en la lejanía se escucha un perro ladrar.
¡De repente me siento totalmente acompañado por Ti, Mi
Señor!
¡En verdad que se me ha mejorado una vez más mi ánimo,
durante esta oración!
Te siento presente dentro mío y empiezo a entender la
lección que hoy me quieres enseñar:
"El tiempo ha ido pasando… la enfermedad ha ido progresando y
poco a poco, he ido resignando mas y mas condiciones y facultades.
He ido adquiriendo paulatinamente el sollozo en mi manera de
expresión oral, cuando me hallo revelando mis sentimientos más profundos a mis
seres queridos… Los compromisos con las obligaciones de esta sociedad y este
mundo terrenal, me cuestan cada día más realizarlas y lo que en verdad me
interesa, también cada día más, es estar ante la sola presencia del Amor puro.
El amor que se expresa cara a cara, a través de una buena conversación".
¡Vuelve a sonar la opera!
Y en este instante no hay voces… solo una música suave y
triste. De repente aparece la soprano como gimiendo con toda su fuerza, para
atemperarse después de manera melódica y así va y viene, entre uno y otro
estado.
Siento deseos de recordar cuál es el desafío que tenemos los
hombres de 42 años, y entonces voy una vez más a wikipedia, a repasar las
etapas de la vida según Erik Erikson. Allí se dice:
“Generatividad frente a estancamiento (desde
los 40 hasta los 60 años aproximadamente). Periodo dedicado a la crianza de los
niños. La tarea fundamental aquí es lograr un equilibrio apropiado entre la productividad
y el estancamiento. La productividad es una extensión del amor hacia el futuro;
tiene que ver con una preocupación sobre la siguiente generación y todas las
demás futuras: teniendo y criando los hijos, la enseñanza, la escritura, la
inventiva, las ciencias y las artes, el activismo social complementan la tarea
de productividad. En definitiva, cualquier cosa que llene esa “vieja necesidad
de ser necesitado”. El estancamiento, por otro lado, es la “auto-absorción”;
cuidar de nadie. Hay personas que tratan de ser tan productivas que llega un
momento en que no se pueden permitir nada de tiempo para sí mismos, para
relajarse y descansar. Al final, estas personas tampoco logran contribuir algo
a la sociedad. Esta es la etapa de la “crisis de la mediana edad” se pregunta
“¿Qué estoy haciendo aquí?”.
¡Me doy cuenta que estoy en esta lucha!
¡Me doy cuenta que estoy en esa crisis de la mediana edad!
¡Y me doy cuenta también que me falta muchísima de la energía que tenía de joven para luchar!
¡Me doy cuenta que estoy en esa crisis de la mediana edad!
¡Y me doy cuenta también que me falta muchísima de la energía que tenía de joven para luchar!
Hoy estoy descansando y vengo descansando
bastante a menudo últimamente, porque cada vez que me pongo en marcha y
produzco cualquier cosa que no sea una oración… siento emociones muy pero muy
intensas y por momentos de lo mas estresantes y aunque sea un saludable eutrés.
Me extenúo rápido quedándome sin fuerzas y requiriendo después un buen tiempo para recuperarme otra vez y para volver a la lucha por la productividad.
Me extenúo rápido quedándome sin fuerzas y requiriendo después un buen tiempo para recuperarme otra vez y para volver a la lucha por la productividad.
Cada vez necesito más tiempo para estar a solas
conmigo mismo y Contigo Mi Señor, aunque paradojalmente también cada vez
necesito sentir, más y más, ese amor puro que se percibe al socializar en los
diferentes tipos de relaciones humanas; sean éstas de tipo familiar, laboral,
recreativas o educativas.
¡Sin embargo siento también de manera muy pero muy profunda
que Tú estas acá conmigo en este momento. Que me estas entendiendo todo lo que
te estoy diciendo y que me estás haciendo sentir menos culpable de lo que me
sentía al comienzo de esta oración!
Siento que me estás diciendo:
Siento que me estás diciendo:
“Te comprendo, te compadezco y estoy acompañándote en tu
pesar como lo he hecho siempre, pero ahora que has recuperado el buen ánimo al
fin, ¡levántate otra vez y continúa tu marcha y tu tranquila lucha! ¡No te
quedes estancado en tu casa! Ve detrás de ese amor del que hablas y ve detrás
de tus diversas formas de expresión artísticas.
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