El otoño personal, esa estación que me deja con mis
sentimientos tan a flor de piel, como así también mis emociones y sensaciones,
como ya lo escribí antes, para mi comenzó el 21 de marzo de este año. Estamos a
30 de mayo y ya estoy muy cansado de él. Primero pasó la etapa quimérica, esa
etapa de sueños y proyectos que tanta energía me demanda. Luego sobrevino la
etapa entre melancólica y nostálgica, que me hace remitir al pasado y hasta a un
futuro de ensueño, más tranquilo y retirado. Como me ha ocurrido desde hace
años, tengo muchas ganas de dejar de hacer muchas de las cosas que vengo
haciendo. Sin embargo este año me propuse que cuando llegara la etapa nostálgica,
que el año pasado comencé a denominarla: “etapa contemplativa”, lo haría en
medio del mundo, es decir, sin dejar de hacer todas las actividades que tanto
bien me hacen.
¡Por vez primera en varios años, se puede decir que lo he
logrado!
La etapa contemplativa me ha llegado en medio de las
actividades y con mis manos a la obra, pero como les digo, ya estoy muy cansado
y con gusto me hubiera tomado unos buenos días para el retiro espiritual.
Este retiro que sólo lo puedo realizar ahora en mis ratos
libres como son: la hora y media que tengo todos los días entre las entre las 7
y las 8:30 am y además, algunas horas durante los fines de semana.
Por momentos quisiera hacer un cambio importante en mi vida.
Dedicarme a mi comunidad afectiva, me llena de satisfacción, pero al mismo
tiempo resulta extenuante, dado que lo social termina agobiando, si uno no se
lo toma con el suficiente profesionalismo y como dijera mi hermano Juan Arturo:
¡A la manera deportiva!
Más de una vez quisiera retirarme ya definitivamente e irme
a vivir a las sierras como también lo he escrito previamente, allí donde hayan
pinos para caminar descalzo sobre las hojas secas y bajo la sombra de esas
inmensas coníferas. Me gustaría tener un arroyo cerca para meter mis pies al
agua y quisiera dedicarle mucho más tiempo a la meditación, la contemplación y
el contacto con la naturaleza, la música, los sonidos del silencio y la relación
con mis animales. Sin embargo me doy cuenta también de dos cosas: Una, que
estoy en la etapa más productiva de mi vida. En la etapa de generación, donde
lo fundamental es desarrollar cada vez más, esta idea de comunidad afectiva,
servir a la vida, principalmente orientando a los más jóvenes, fomentarles que
luchen por abrirse caminos, por crear sus propias formas de trabajo y por alcanzar
al fin, la tan ansiada autonomía y la progresiva capitalización para ir
obteniendo una calidad de vida en aumento y una mayor holganza económica que
les permita ocuparse de desarrollar todos los aspectos de la disciplina de la
Ecuanimidad, es decir la disciplina que trata de atender, de manera equilibrada,
todos los aspectos que conforman al ser de uno.
La otra cuestión es que si me retirara al campo de manera
definitiva, estaría yendo en contra de mi propia labor de reinserción social,
puesto que de seguro pasaría a aborrecer la ciudad y todas las actividades que
se realizan en una gran urbe, convirtiéndome muy probablemente en un hombre de
lo más ermitaño y hasta huraño.
¡Debo tratar entonces
de que la Comunidad se vaya realizando más y más con el paso del tiempo! ¡Debo
seguir inserto cada día más en mi lugar de radicación y de radicación de todos
los miembros de mi comunidad! ¡Si he de tener casa de campo, la misma ha de ser
para los fines de semanas y las vacaciones, pero no para residencia permanente!
Se me hace difícil materializar mis ideas. Tornar a la
comunidad en una figura jurídica visible por todos. La cosa es prácticamente hasta
ahora: un sentimiento, un sueño, un anhelo, un ideal. Algo bastante íntimo.
Pero lo que he notado, es que cuando mis fuerzas están decayendo, ciertas
personas muy cercanas, empiezan a verla. Lo primero que han visto es que a ella
la he fundado con Ely, mi señora, y que se ha extendido a “otros”: nuestros
allegados, y en especial nuestros jóvenes.
Ayer estaba en el taller de seguimiento laboral de Casa Club
Bien Estar, que se realiza una vez al mes, coordinado por la Lic. Silvia Martínez,
psicóloga y artista. Es un taller destinado a aquellos que realizamos
actividades de tipo educativas y/o laborales, fuera de Casa Club, y esta
profesional, como les he dicho, por primera vez hizo referencia a mi aspecto social
y al trabajo con mis “comunidades”.
A todo el grupo de asistentes nos dijo que no podíamos salir
adelante solos. Que teníamos que armarnos una red solidaria, una red de apoyo, una
red de contención, que teníamos que salir adelante mediante una especie de mutualismo.
Estos conceptos los vengo expresando por mi parte, desde
hace largo tiempo, como así también… vengo expresando el concepto sobre que
nuestra sociedad conyugal se ha ido convirtiendo en verdadero emprendimiento
social. De éstos me referiré en futuras entradas, como así también de la
economía social de la que forman parte estos emprendimientos sociales.
También me llamó la atención escucharlo al Dr. Muscellini que
pareciera haber tomado este concepto de emprendimiento o “empresa” social,
cuando caracterizó, frente a los familiares de Acapef, a “La Rueda” como una
empresa social, que estaría integrada por usuarios de la salud mental y se
dedicaría a diversos emprendimientos laborales en pro de la reinserción social
de nuestros jóvenes congéneres, todos socios de Casa Club Bien Estar, nuestro
centro de día y club social.
Esta empresa social (La Rueda) produce alimentos, productos
de panadería, hilados, artesanías, costuras y mantenimiento para los hogares de
nuestros allegados.
Así que a pesar de mi cansancio…, no puedo abandonar justo
ahora, en que los profesionales de la salud mental, están empezando a darle
crédito, directa o tácitamente a mi idea, que por cierto no es solo mía, sino
que viene de los países más desarrollados del mundo, o por lo menos lo países que
llevan adelante una política social demócrata.
Debo seguir trabajando por esta idea, y por su
materialización definitiva.
Por ahora, lo que me gustaría señalar, es lo que he
advertido hace solo unos pocos días. Nuestra Comunidad Alippi Serra, estaría
conformada por otras cuatro, “hermandades”. La hermandad de nuestros referentes,
(los viejos y amigos viejos), la fraternidad de contemporáneos (amigos,
hermanos, socios y colaboradores) la
comunidad de nuestros clientes y la hermandad de los hijos de la vida (niños,
adolescentes y jóvenes) sean sobrinos, ahijados o amigos menores.
Así las cosas, nuestra comunidad se va perfilando con un
fundamento cada vez más religioso, pero aspira a encontrar una forma jurídica
posmoderna, propia de la economía social, de la que también hablaré en futuras
entradas.-
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